martes, 12 de mayo de 2015

LA CRUZ COMPARTIDA


Publicamos un artículo de opinión de una celadora de La Archicofradía.  

            En este mes de mayo tan hermoso, dedicado a la Virgen y a las cruces, me atrevo a escribir este artículo ya que me hace reflexionar mucho sobre la importancia de la Cruz, de la que tanto se sabe en este pueblo y se siente por su tradición y herencia de sus mayores.
            Permitidme transmitiros mi pobre análisis y mis conclusiones. La Cruz es el apoyo del cristiano y su estructura. El bastidor sobre el que se teje al hombre, pues tiene una función insustituible en la labor de construir al hombre nuevo. Pero es necesario que el interesado sea consciente y acepte.
            Una amiga me dijo que cuando se acepta deja de ser cruz. El ser humano siempre quiere estar cómodo, ser feliz y eso es natural, pero ese no es siempre el camino que el maestro marca. Él, que no hizo nada malo, tuvo que pasar por la cruz para llegar a la resurrección. Qué tenemos que hacer nosotros que llevamos siguiendo su camino, siendo tan pecadores.
            La Cruz no se escoge, será grande, será pequeña; es la tuya, la que te ha tocado. Si no tomamos la Cruz que nos llega, por muchas misas y rosarios, si nos falta el amor " que estamos haciendo". Hay que aprovechar esa oportunidad que se nos ofrece aunque nos cueste.
            Él no nos deja solos, es nuestro Cirineo, y si no lo creemos, dejemos a Cristo y a su Iglesia y apuntémonos al Betis o al Sevilla donde sólo se nos pide ser socios ¿no os parece? y otros que no van a la Iglesia serán más dignos de llamarse Cristianos.
            Es cuestión de perspectiva, hay quien solamente ve aquel leño que aplasta la espalda, y todo acaba ahí. Hay quién ve la espalda de alguien que va delante y cree que todo va a terminar allí.
            Cada circunstancia dolorosa no es algo que "me sucede" sino algo que "nos sucede". O sea, que a Él le ha sucedido primero. Y ahora se me ofrece la ocasión de ser partícipe y protagonista de eso mismo, junto con Él.
            Es más, ¿cuántas veces ante ciertos golpes, hemos orado instintivamente "Señor, ayúdame a llevar con paciencia esta Cruz que me ha tocado". Quizás no has pensado nunca que la mejor oración podía se esta: "Señor no permitas que me falte la fuerza (y el amor) para ayudarte a llevar esta Cruz que me ha tocado en suerte".
            No es Él, ciertamente el que tiene que intervenir cuando se trata de la Cruz.
            Él está ya.
            Él ya está bajo su peso, ¡sólo falta mi cooperación!.
           
           

                                                                                                         Una Celadora.

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